jueves, 6 de marzo de 2014

Tengo trabajo, busco empleo






La destrucción de empleo ocasionada por la crisis y el aumento del número desempleados, es un problema preocupante en la sociedad occidental. A ambos lados del Atlántico los gobiernos e instituciones responsables, se afanan en analizar las causas y proponer medidas correctoras para paliar la situación. Es urgente atender a las familias que de repente dejan de tener ingresos económicos y para ello se articulan subsidios de desempleo. Pero más allá de las cuestiones económicas quedan otros aspectos psicosociales, en ocasiones poco considerados.  No en vano la OMS ha emitido un reciente informe acerca de las consecuencias negativas que a medio y largo plazo, puede tener el desempleo.
Gracias al trabajo remunerado las personas pueden obtener recursos que les permiten satisfacer sus necesidades. Adicionalmente, el trabajo es una fuente de autoestima y realización, que permite desarrollar capacidades y potencialidades. En este sentido, ofrece oportunidades para adquirir nuevos conocimientos y habilidades. Proporciona identidad y estatus social mediante el reconocimiento y respeto de los demás. Además de favorecer las relaciones interpersonales que enriquecen otros ámbitos de la vida. Por otro lado, la persona, como ser social, siente que contribuye al desarrollo social mediante su trabajo. Por último, el trabajo tiene una función organizativa de las experiencias personales. Estructura los ciclos temporales (días, semanas, etc.), proporcionando un marco de referencia útil para las personas. Por eso, el parado puede encontrarse desorientado, no logra llenar su día a día con actividades significativas y al final de la jornada le embarga el desasosiego y la intranquilidad de “no haber hecho nada”.
En muchos casos, el parado tras perder su empleo sigue trabajando y se ocupa de las tareas domésticas, acompaña a los niños al colegio, o cualquier otra actividad que en momentos de pleno empleo hacen profesionales especializados. Así, cuando una persona queda en el paro, su empleada doméstica, la persona que cuidaba a sus hijos, la que cuidaba a sus ancianos, etc., también quedan en el paro. El parado pasa a ser un trabajador no remunerado, con trabajo pero sin empleo. Y además, debe preocuparse de buscarlo.
La máxima de los especialistas en búsqueda de empleo proclama: “Buscar empleo es un trabajo que requiere dedicación a tiempo completo” poniendo de manifiesto las dificultades del proceso y la previsible dedicación que se espera de la persona que inicia el proceso de búsqueda.  La investigación llevada a cabo desde la Psicología Social, por su parte, ha puesto de manifiesto la importancia de considerar a una serie de factores internos o constructos motivacionales que se relacionan con comportamientos dirigidos hacia la búsqueda de empleo y con las probabilidades de encontrarlo.  Entre estos factores destaca la autoeficacia que hace referencia a la creencia que la persona tiene en su propia capacidad para afrontar una determinada situación (Bandura, 1977). La autoeficacia ha sido relacionada con numerosos aspectos del trabajo (Martínez, 2004; Martínez y Salanova, 2006) y en la última década, también con la búsqueda de empleo.
La autoeficacia afecta a lo que hacemos, pensamos y sentimos en varios sentidos. En primer lugar mediante la “elección de conductas”. Se tiende a evitar aquellas tareas o situaciones que creemos exceden nuestras capacidades y desarrollamos aquellas otras que somos capaces de dominar. Las personas que se perciben autoeficaces en más áreas profesionales se lanzarán a búsquedas de empleo más extensas y facilitando el éxito de la búsqueda. En segundo lugar, la autoeficacia determina la cantidad de “esfuerzo” empleado para enfrentarse a los obstáculos y la cantidad de tiempo o “persistencia” en tratar de lograr algo. Por esta razón, las personas más autoeficaces persisten más en sus tareas de búsqueda y no abandonan fácilmente. Este comportamiento es uno de los factores de éxito en la búsqueda de empleo. Bajos niveles de eficacia llevan asociados abandonos tempranos, mientras que niveles elevados suponen perseverancia. En tercer lugar, la autoeficacia afecta a nuestros “pensamientos y sentimientos” de manera que los que se consideran poco eficaces para la búsqueda de empleo, tienden a exagerar la magnitud de sus deficiencias y de las dificultades potenciales que la búsqueda les depara. Mientras que los que se perciben eficaces, centran sus esfuerzos en las demandas que puedan plantearles la búsqueda.
Desde este planteamiento, en el proceso de búsqueda de empleo, tan importante es la formación en competencias profesionales, como el desarrollo de niveles óptimos de autoeficacia. Sin embargo, las propuestas que desde los estamentos responsables se están proponiendo para favorecer la reinserción de los desempleados, no consideran estos aspectos. Ante esta situación nos queda preguntarnos ¿desde la investigación no hemos sido capaces de llamar la atención de los responsables políticos sobre la importancia de considerar estas cuestiones? … no, esta no es la cuestión. Los orientadores profesionales son conocedores de estos temas y los aplican a la perfección. Sin embargo, también a ellos les ha afectado el desempleo y el número de orientadores profesionales competentes para asesorar en el proceso de búsqueda de empleo, es cada vez más escaso en los últimos años. También gran parte de ellos han pasado a engrosas las cifras de parados con trabajo pero sin empleo.