martes, 10 de septiembre de 2013

Una película sobre las emociones









La mejor oferta

 Esta película dirigida por Giuseppe Tornatore con una excelente música de Ennio Morricone y fascinante fotografía, desde el punto de vista psicológico, es una ilustración del mundo de las emociones.

El protagonista, Virgil Oldman (Geoffrey Rush) es un experto en arte y agente de subastas, muy apreciado y conocido en todo el mundo. Su vida está totalmente estructurada y planificada en torno a su actividad laboral. Vive en una lujosa mansión, la cual siempre está vacía, no recibe visitas por temor a la interacción con otros. Como persona es un hombre solitario y excéntrico, un tipo huraño, impertinente y soberbio que sólo se conmueve ante obras de arte. La vida de Virgil transcurre al margen de cualquier sentimiento afectivo. El trato con sus ayudantes y compañeros es frio y distante y totalmente profesional. Únicamente muestra interés por las obras de arte y experimenta felicidad con su contemplación. Sobre todo, con aquellas obras que pertenecen a su colección privada de retratos de mujeres. Él nunca ha amado a una mujer sino que ama su idealización en las obras de arte.

Pero la vida serena y tranquila de Virgil se ve envuelta en un huracán de sentimientos y experiencias nuevas para él, cuando conoce a una hermosa y misteriosa joven (Sylvia Hoeks) que le encarga tasar y vender las obras de arte heredadas de sus padres. Esta joven, sufre de una extraña enfermedad psicológica, que no quiero desvelar para preservar el interés de la película, que la mantiene aislada del mundo. La relación  transformará para siempre la vida de Virgil. La intriga y esfuerzo realizado para conocer a la joven, se asemeja a la tarea de conseguir una obra de arte en una subasta. Hasta que finalmente lo logra.
Toda la película es un viaje al mundo de las emociones. En algún momento se dice: “las emociones son como las obras de arte, se pueden falsificar”. Podemos mostrar aquello que no sentimos igual que el pintor copia la idea de un gran maestro. Para el profano, el efecto es el mismo. Una buena copia da lugar al mismo placer y gozo que la original. Sólo un profesional, o con técnicas muy sofisticadas, se puede distinguir la autentica de la copia. Igual sucede con las emociones, la alegría, la ternura, la tristeza, se pueden simular y hay verdaderos expertos en hacer estas copias. El efecto que provocan en los demás es el mismo que las verdaderas emociones y realmente, esto es lo que importa. 

Sin embargo, ¿Qué siente el pintor que copia una obra de arte?... ¿Qué experimenta cuando materializa una idea ajena?... No puede ser comparable al placer de ver realizados tus sueños, dar vida a tus propias fantasías, o materializar tus ideas. La felicidad está en nuestro interior, aunque las falsificaciones también quedan bien en nuestro salón.